18 de enero de 2015

Taxonomía a pie de vía

Os presento una clasificación muy primaria de las nueve tipologías de los escaladores con los que lidiamos cada día a pie de vía. Aviso que esto es como en el horóscopo, seguramente os sentiréis identificados con más de un grupo pero con ninguno al cien por cien. Solo espero que no os pase como a mí al releerlo, que me he estresado al reconocerme a mí misma en alguna cruel descripción (tiene guasa la cosa). Ahí va: 

1- El abogado: siempre a la defensiva. Es ese tipo que no soporta la idea de que el resto de la humanidad –que cree pendiente de él- le vea fracasar. Por este motivo necesita añadir atenuantes continuamente a su performance vertical: que si sale de una lesión, que si este no es su estilo, que si va muy cansado de las tracciones de mono, que si las albóndigas de la suegra se le repiten, etc. En casos muy agudos, este individuo prefiere escalar y entrenar en soledad, y de competir ni hablamos: que alguien descubra su estado de forma o le evalúe del algún modo le da pánico. Mirad, hay una verdad ideal para este caso: a la gente se la refanfinfla lo que el resto escale, tú incluido. Que tú encadenes o no, hagas más grado o menos, no le quita el sueño a nadie. Fallar ante los otros también forma parte del juego.

2- El quejica: ¡ojo! Que nadie lo confunda con el anterior. Este es el cansino por antonomasia: su diálogo está tan salpicado de lamentos que ya forman parte de su manera de hablar característica. Raro es el día que no le duele algo, que no le falta piel o que la temperatura no es de su agrado. El quejica detecta velozmente cualquier anomalía que le cause fastidio y la expresa con total naturalidad. Y no es su ego el que le impulsa a gemir, sino que se queja por auténtico vicio. Lo mejor es responder con su misma familiaridad: ni puto caso. 

Una sombra quejica en Bellvista (Garrotxa).

3- El gradista: una vía de cada grado es de mi agrado, ese es su lema. Así, mientras algunos se esfuerzan en edificar la famosa pirámide y asentar el grado, el ambicioso gradista se salta a la torera los convencionalismos y va directo a la yugular de la vía que le prometa un ascenso de categoría. Fácilmente reconocibles pues en cuanto llegan a un sector se lanzan, optimistas ellos, a la vía más dura en la que mínimamente se puedan menear. No se os ocurra aconsejarles vías bonitas para disfrutar, el gradista lo que quiere es leña: directo al proyecto.   

4- El coleccionista: he aquí la otra cara de la moneda. Mientras el de antes busca una vía que sea más dura que la anterior, este prefiere ir en modo código de barras: tachando todas las rutas posibles, de un extremo a otro del sector. Acostumbran a gustarle todas las vías –así que no os fieis de sus recomendaciones- y no da por hecho su día si no ha escalado por lo menos 10. Escaladores compulsivos, son yonquis del encadene.

Esteve en modo coleccionista por Margalef.

5- El hincha: nuestros tímpanos se salvan de este hooligan de la escalada porque todavía no hay micrófonos a pie de vía a su disposición. Suele escalar emitiendo bramidos que recuerdan al suave arrullo del rinoceronte. Aunque su característica principal son los sonidos que proyecta mientras tú cierras más el arqueo para no caerte del susto. VamOsSS, VeNgAAaa, A MuerrRTe BichO y  GO GO GO son sus voces favoritas. Que lo hace de buena fe porque lo vive intensamente, sí; que dan ganas de meterle el pie de gato en la boca, también. 

6- El abominable hombre de las nieves (ABO): si lo tuyo son las tapias inhóspitas, los vivacs en plena tormenta y los seguros alejados –o sin seguros, si eres muy ABO-, ¿por qué perverso motivo te rebajas a hacer deportiva?  Ah sí, para recordarnos lo mal que lo pasaríamos nosotros en ese quinto con 15 metros entre seguros –en el que no tenemos intención alguna de ir- y por el que tú, valiente amigo, pasas como una dancing queen. Después de marcar paquete y mirarnos por encima del hombro, recuerda también explicarnos por qué te acabas de agarrar a la cinta en ese séptimo… Pista: la respuesta se halla discerniendo entre dificultad, sensación de peligro y peligro.   

Óscar no es un ABO, pero podría serlo si quisiera!

7- El digital: por suerte para este mundo cruel e instagramizado, todavía es difícil manejar el móvil mientras se escala. Pero creo que poco nos falta para que los más dependientes de estas tecnologías depuren su técnica y sean capaces de colgar en Facebook sus dudas acerca del método para bajos en la primera sección de la vía –in situ-. Bastante tenemos ya con los “me piro a escalar”, “disfrutando en el sector” y “tachando como un titán” como para afrontar algo del tipo “cruzando del romo al bidedo invertido”. Aviso, la realidad virtual nos está tragando.

8- El local total: antes de nada, puntualicemos: muchos somos locales de nuestras escuelas más cercanas pero el local total es ese que raramente sale de su sector madre. O sea, es la persona con la que siempre coincides cuando vas a escalar allí –en realidad no se ha ido nunca-. Es ese individuo que se sabe de pe a pa todas las secuencias, trucos y anécdotas de cada vía. Y, todavía más, es como el notario de la escalada, da fe de que cada encadene sea válido: alertando acerca de qué presas se pueden o no coger e informando del grado real –local- de la vía (que muy a menudo será inferior al de la guía).

9- El guiri: El puto guiri. A ver, no nos confundamos; de extranjeros, aquí, tenemos muchos y son bellísimos ejemplares humanos todos ellos. Pero los guiris no. Los guiris son también extranjeros pero en modo cabrón. Me refiero a los que se cuelan, los que tiran la basura en cualquier lado, los que no saludan, los que no cepillan ni un solo canto... Creo que no hace falta añadir nada más puesto que todos tenemos claro el tipo de personajillo al que me refiero. Pues a ese vamos. A ese es al que hay que brindarle todas las cualidades que se destacan en los 8 perfiles anteriores: ir a contarle las penas –si es llorando, mejor-, vaciladas y risas por cada cinta a la que se agarre, pedir turno en su proyecto todo el rato, quitarle el top-rope de su hijo en ese V+ que te queda por hacer, desacreditar su encadene porque tocó un canto que no era, etiquetarlo en una foto bien feo y, sobre todo, gritos de ánimos desgañitados en su cogote.


Para acabar, y dedicado a los más cotillas, me atrevo a etiquetarme: me ubico entre quejica cansina y coleccionista yonqui (ya me diréis si es acertado el criterio por las vías convencionales –comentando aquí no, porque no se puede, muahahahaha-). Y es que de los defectos humanos no se salva nadie –nadie que sea humano, claro-.

La otra fauna a pie de vía: petirrojo ultrasocializado en Margalef.

Nota. He usado el masculino como genérico porque las reglas gramaticales son así, no las he inventado yo, y ser políticamente correcta/o me provoc@ disnea. Así que haced extensivas todas las tipologías a toscas princesas y dulces caballeros por igual.